
Recordó que una vez se habían abrazado, pensando que sería la última vez. Estaban sentados en un banco del lugar donde iban juntos. Ella lloraba porque cabía la posibilidad de que no volvieran a verse y se preguntaba si alguna vez volvería a ser feliz. En lugar de responder, él le había entregado una nota, que ella leyó camino a casa. La había guardado, y de vez en cuando la releía, entera o por partes. Había leído un par de párrafos centenares de veces, y por alguna razón, ahora volvieron a su mente. Decía:
Nos duele tanto separarnos porque nuestras almas están unidas. Es probable que siempre lo hayan estado y que siempre lo estén. Quizá hayamos vivido mil vidas antes que esta y nos hayamos encontrado en cada una de ellas. Y hasta es posible que en cada ocasión nos hayamos separado por los mismos motivos. Eso significa que este adiós es a un tiempo un adiós de diez mil años y un preludio de lo que vendrá.
Cuando te miro, contemplo tu belleza y tu gracia y sé que han crecido con cada vida que has vivido. También sé que te he estado buscando durante todas mis vidas anteriores. No buscaba a alguien como tú, sino a ti, pues tu alma y la mía están destinadas a estar juntas. Y sin embargo, por razones que escapan a nuestro entendimiento, nos han obligado a despedirnos.
Me gustaría decirte que todo se arreglará entre nosotros, y te prometo hacer lo que esté en mis manos para que así sea. Pero si no volvemos a vernos y esta es una verdadera despedida, sé que nos reencontraremos en otra vida. Volveremos a encontrarnos, y aunque las estrellas hayan cambiado, no nos amaremos sólo por esa vez, sino por todas las veces anteriores.
¿Era posible? ¿Tendría razón? Nunca lo había descartado por completo, y se aferraba a su promesa por las dudas. Esa predicción la había ayudado a superar muchos momentos difíciles. Pero su presencia allí parecía poner en entredicho la teoría de que estaban predestinados a vivir separados. A menos que los astros hubieran cambiado desde su último encuentro.
Quizá lo hubieran hecho, pero ella no quiso mirar. En cambio, se arrimó más a él y sintió su calor, el contacto de su piel, de su brazo rodeándole los hombros. Y su cuerpo comenzó a temblar de expectación, como el primer día que habían estado juntos.